martes, 1 de enero de 2013

Descubriendo a Moses Malone

Ya se sabe que es muy común en la NBA hablar de estadística y números. Muchas veces se peca de ventajista al argumentar determinados juicios en base a guarismos que, en principio, pueden resultar objetivos. Sin embargo, también son muchas las veces que hay que tener en cuenta en el baloncesto el efecto de los llamados intangibles. Por último, hay otras veces que números, intangibles e importancia se fusionan todos en uno. Los impresionantes números de ayer de Nikola Vucevic es una buena prueba de ello. Trae a la memoria otra actuación estelar como la realizada el año pasado por Kevin Love con 31 puntos y 31 rebotes. Pero si alguien ha sido especialista en esta dupla de registros, fue la inconfundible estrella Moses Malone.

Hablar de Moses Malone en primer lugar es hablar de una escalofriante estadística: 20'6 puntos y 12'2 rebotes por partido a lo largo de toda su carrera. 27.409 puntos anotados con un acierto espectacular en tiros de campo del 49%. Una auténtica brutalidad ya que hablamos de que consiguió convertir en canasta casi la mitad de todo lo que tiró en su carrera. Como todo buen jugador que se precie, sufrió la evolución natural de cualquier deportista. No llegó a la élite de talento precoz y superclase, pero sus mejores años llegaron en mitad de su carrera, donde sin lugar a dudas alcanzó la cima en uno de los equipos más históricos de la NBA: los Philadelphia 76ers de Julius Erving.

Antes de la gloria, este guerrero natural de Virginia se empezó a crear un gran nombre en Houston Rockets. Ése pívot que sin poseer excesiva altura y sin tener apenas una gran mecánica de tiro, acababa los partidos con doble doble por su entrega y ganas. De hecho en 1979 ya se adjudicó el primer MVP de su carrera y se labró un nombre con un récord precoz: ser el primer jugador en la NBA en superar los 30 puntos y 30 rebotes en un partido. De hecho consiguió 32 puntos y 38 rebotes ante los Seattle Supersonics. Evidentemente, entre cosas como esas y promediar 31 puntos, bastaron para llevarse el premio al mejor jugador. Moses Malone estaba viviendo, posiblemente, sus mejores 3 años en la NBA. En 1982 ficha por  los Sixers y se convierte en la última piedra de toque que necesitaba un equipo de leyenda de la talla de Maurice Cheeks o Julius Erving. Un año más tarde, en 1983, consiguieron la proeza de arrebatar el anillo como una apisonadora a los mismísimos Lakers de Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar.

Estos extraordinarios números han ayudado a la figura de Moses Malone, pero sus preciosos intangibles son los que han acrecentado la leyenda de este deportista. Moses representaba esa genial mezcla entre números e importancia. Un jugador que no tenía excesivo talento, ni gran altura para ser pívot (2'08), ni demasiados recursos para anotar; pero poseía dos cosas impagables en este deporte: físico para aguantar en la zona y muchas ganas de jugar al baloncesto. Fue la prueba viviente de una máxima: para coger un rebote primero tienes que pelearlo. En la zona no le temían por su altura, sino por la garra y la entrega que ponía en cada jugada, ya que daba igual si el balón lo tenía él o un compañero para tirar. Hasta que no hubiera una canasta, saque de fondo o de banda nadie en la pintura podía descansar. 

Pese a no vivir solo del rebote, éste fue el arma fundamental de Moses. Los puntos que conseguía, muy cerca del aro, los anotaba tras fallar previamente un tiro. Jugadas en las que era capaz de adjudicarse hasta 3 rebotes en apenas 5 segundos. Evidentemente como hemos dicho no era ningún jugador experto en el tiro. De hecho, el mítico Bill Walton dijo que era una de las peores mecánicas de tiro que había conocido, pero que al fin y al cabo "no sabías cómo, pero el balón iba a entrar". Eso sí, hay que reseñar que con el tiempo fue mejorando muchas de sus facetas, hasta llegar a una gran selección de tiro cerca del aro (recordemos ese 49% en tiros de campo a lo largo de su carrera) y mejora en la técnica individual. Como no podía ser de otra manera, también fue la prueba viviente de otra máxima: Da igual las aptitudes que tengas si quieres jugar a este deporte. Cada vez que hago referencia a ello me acuerdo siempre de la carta de His Airness y su "Querido Baloncesto".

Es evidente que Moses Malone a primera vista no tuvo nada que ver con el pívot convencional ni dominante, ni por su cuerpo ni por su carácter, pero fue un tipo que supo rentabilizar su físico. Jugar 21 temporadas en la NBA en la que se alcanza la gloria  tanto individual como colectiva no puede decirlo cualquiera. En cuanto a su carácter, los que le conocieron dijeron de él que era muy tímido y ciertamente inseguro, lo que le convertía en una odisea periodística. Objetivo muy buscado por sus hazañas pero no con tanto agrado por su temor y su manera de ser reacia a hablar con la prensa, aunque, como el buen vino, con el paso de los años las personas mejoran en varios aspectos. 

Lo que está claro es que Moses Malone ha sido, es y será uno de los jugadores recordados en la NBA y particularmente por los amantes del baloncesto. Y no es porque haya entrado en el Hall of Fame, sea el séptimo máximo anotador de la NBA o haya sido escogido como uno de los 50 mejores jugadores en la historia (que también). Moses será recordado como aquel jugador que sin tener las aptitudes de una estrella se hizo una estrella. Con él hemos aprendido una importante lección en este deporte: no importa tanto lo que puedas llegar a hacer sino las ganas que pongas para hacerlo. 

Gracias, Moses.







Recomendación. Vídeo ilustrativo y fuente principal:



Fotografía: http://onemanfastbreak.net/2010/07/14/is-demarcus-cousins-the-next-moses-malone/  http://www.realclearsports.com/lists/dominating_postseason_team_performances/1983_philadelphia_76ers.html  http://www.blacktoptens.com/?p=2974  

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