domingo, 17 de febrero de 2013

Michael Jordan: 50 años del mito

Es imposible escribir algo de Michael Jordan que no se haya dicho, escrito, oído, visto o comentado en cualquier rincón de este planeta. A nadie se le va a descubrir el que posiblemente sea el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. Y digo posiblemente, porque flotan como una nebulosa dos grandes nombres que también hicieron historia, y muy bella: Magic Johnson y Wilt Chamberlain. Con el primero, el apodo lo define perfectamente. La pureza de la magia al 100%. Al segundo le mataron dos cosas para ser candidato a ello: la ambición y la época. Hay quien piensa que Wilt Chamberlain es el mejor de la historia. Y tiene todo el derecho. Modestamente, y como tampoco voy a descubrir nada nuevo, este es mi pequeño recuerdo y  homenaje a los 50 años de vida del mito del baloncesto mundial. Lo más trascendental del su Majestad. Medio siglo de vida para el gran Michael Jordan.

Para algunos, el mito fue descubierto allá por 1997, cuando la pasión por la NBA y la difusión mediática se fusionaron. Un chico de la generación de 1989 que descubrió poco a poco que había baloncesto al otro lado del charco. Y vaya que si había. Y que allí jugaba un tal Michael Jordan en los Chicago Bulls, y que lo primero que piensas es que el uniforme es muy bonito y que está un pabellón llamado United Center lleno, abarrotado. Justo a partir de ahí para algún seguidor ferviente de la NBA comenzaba el mito en directo. La misma temporada en la que se conjuntó, estadísticamente, el equipo con mejor balance en la historia. Y, a partir de ahí, progresivamente se descubre el mundo de MJ.

A partir de ahí, todo tipo de documentos están a la entera disposición para completar su legado. No sería acertado componer un perfil biográfico repasando su extensa carrera. Aunque sea medio siglo de vida, es muy complicado escribir de la carrera de Jordan y no pensar que te has quedado corto. Podríamos hablar de que Kobe Bryant es lo más parecido a él; que Jordan será único y no tendrá sucesor o que es un pésimo gestor deportivo. Y cualquier tema que surjan en todo el mundo. Pero creo que hoy no toca eso.

Por eso, hoy solamente voy a limitarme a darle las gracias por descubrirme que el baloncesto es un ser querido. Querido baloncesto. Qué dos palabras tan significativas. Todavía se me humedecen los ojos y se me erizan los pelos. El jugador más grande de la historia dedicó, a los 28 años, una carta en su retirada (aunque no sería la definitiva) del baloncesto. Como si se tratase de su gran pareja sentimental. De su amor platónico. De su idilio perfecto. No hay mayor muestra de pasión posible. Se acordó de su carrera, sus padres, sus compañeros, allegados y fans. De los momentos duros y tensos, de los bellos y emotivos. E incluso tuvo tiempo para dedicar unas palabras a su cameo en Space Jam. No podía ser de otra manera. Aquel que será por los siglos de los siglos referencia en el mundo del baloncesto dijo adiós y no de cualquier manera. 

He tenido la suerte de que me enseñaran que cuando algo pueda hablar por sí solo es mejor no decir nada. Por eso creo que mis mejores respetos y homenajes es recuperar las palabras más grandes que pudo decir Air. Y si se trata de que lo dijo el mito, más todavía. Ésta fue la carta de Michael Jordan al baloncesto en su despedida. 

Felices 50, Michael

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Querido baloncesto,


Han pasado casi 28 años desde el primer día que te conocí. 28 años desde el primer día que te vi detrás de nuestro garaje. 28 años desde que nos presentaron mis padres.

Si entonces alguien me hubiera dicho en lo que nos convertiríamos el uno para el otro, seguro que no le hubiera creído. Luego empecé a verte alrededor de mi barrio y en la televisión. Solía verte en los playground. Pero cuando mi hermano mayor empezó a prestarte más atención, comencé a preguntarme si eras algo diferente.

Cuánto más te conocía, más me gustabas. Pero como una broma del destino, cuando finalmente me empecé a interesar por ti de forma real, cuando me sentí preparado para tomarte en serio, me abandonaste en el instituto. Me dijiste que no era suficientemente bueno.

Aquello me dolió y me hundió. Creo que incluso lloré.

Pero sentía un amor por ti mayor que nunca. Entrené. Trabajé en mi juego sin descanso. Pase. Regate. Tiro. Visión. Corrí. Fortalecí mi físico. Levanté pesas. Te estudié. Empecé a enamorarme de ti y tú te diste cuenta. Al menos eso es lo que decía mi entrenador Dean Smith.

En ese momento no sabía exactamente qué es lo que ocurría. Pero ahora lo sé. Dean Smith me estaba enseñando a amarte, a escucharte, a entenderte, a respetarte y a apreciarte. Y entonces, ocurrió. Esa noche, en el Louisiana Superdome, en el último segundo de la final por el titulo ante Georgetown, me encontré en un rincón y bailamos.

Desde entonces, has sido mucho más que un balón para mí. Mucho más que una pista. Mucho más que un aro. Mucho más que un par de zapatillas. Mucho más que un partido.

En cierta forma, has sido mi vida. Mi pasión. Mi motivación. Mi inspiración.

Tú eres mi mejor seguidor y mi más duro crítico. Tú eres mi amigo más querido y mi más fuerte aliado. Tú eres mi profesor más retador y mi mejor estudiante. Tú eres mi más fiel compañero y mi más fiero competidor. Tú eres mi pasaporte alrededor del mundo y mi llave dentro del corazón de millones de fans.

Han cambiado muchas cosas desde que nos conocimos por primera vez pero, en cierta forma, tengo que agradecerte mucho. Así que si no lo has oído antes, deja que lo haga ahora para que todo el mundo pueda escucharlo. Gracias. Gracias, Baloncesto, Gracias por todo.

Gracias por todos los jugadores que llegaron antes de mí. Gracia por todos lo jugadores contra los que luché. Gracias por el campeonato y por los anillos. Gracias por los All-Star Games y los Playoffs. Gracias por los últimos tiros, los tiros sobre la bocina ganando partidos, las victorias y las derrotas. Gracias por lograr que me ganara la vida. Gracias por el número 23. Gracias por North Carolina y por Chicago. Gracias por el apodo de Air. Gracias por los movimientos en el aire y mi capacidad para volar. Gracias por el concurso de Mates. Gracias por el deseo y la motivación, el corazón y el alma, el orgullo y el coraje. Gracias por el espíritu competitivo y la competición. Gracias por los fallos y los aciertos, por las bendiciones y los aplausos. Gracias por el triángulo. Gracias por el béisbol y los Barons. Gracias por perdonarme. Gracias por los asistentes, los trainers y los médicos. Gracias por los locutores, los árbitros, los periodistas, los reporteros, la televisión y la radio. Gracias por los Pistons y los Lakers, los Cavs y los Knicks, los Sixers y los Celtics. Gracias por Phoenix, Pórtland, Seattle y Utah. Gracias por los Wizards. Gracias por los que creyeron en mí y por los que dudaron de mí. Gracias por el entrenador Smith, el entrenador Loughery, el entrenador Albeck, el entrenador Collins y el entrenador Jackson. Gracias por la educación y la experiencia. Gracias por enseñarme este deporte desde cerca, desde arriba, desde abajo, desde lejos y desde dentro. Gracias por cada seguidor que alguna vez haya gritado mi nombre, que alguna vez me ha aplaudido a mí o a alguno de mis compañeros, que me ha dado la mano o que me ha animado. Gracias por todo lo que has dado a mi familia. Gracias por la luna y las estrellas y por último, gracias por Bugs y Marte.


Sé que no soy el único que te ama. Sé que hubo muchos que te amaron antes que yo y que habrá muchos que lo hagan después de mí. Pero también sé que lo nuestro ha sido único. Ha sido especial. Así que aunque sé que nuestra relación seguirá cambiando, como cualquier otra relación, hay algo que es seguro.

Te amo baloncesto. Amo todo lo que hemos vivido el uno para el otro. Mis días como jugador de la NBA se han acabado definitivamente, pero nuestra relación nunca terminará

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Fotografía:http://casasdefamosos.es/la-casa-de-michael-jordan.html http://claretianos100x100.blogspot.com.es/2009/11/biografia-de-michael-jordan.html


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