sábado, 13 de julio de 2013

El sueño de Dwight Howard

Dicen que soñar es bueno. El ser humano debe soñar; es sano y debe marcarse unas metas. Como cualquier deportista, Dwight Howard, flamante nuevo fichaje de Houston Rockets, tiene su propio sueño, su particular meta. Como no podía ser de otra forma en la NBA: conseguir un anillo. Hay muchas formas de obtener tan ansiado y soñado premio pretendido por todos. Pero teniendo en cuenta la personalidad del pívot, más que un buen sueño, parece un peligroso sueño para Dwight Howard. ¿Hasta qué punto el sueño sacrificará a la realidad?

Por ejemplo, soñar está bien, pero no lo está tanto pertenecer a un equipo sin realmente quererlo. Hace poco Steve Nash, actual base de Los Ángeles Lakers, concedió una entrevista aclarando que Dwight Howard realmente no quería estar en el equipo. Es complicado formar parte de una ilusión conjunta y un sueño personal cuando sabes que no estás ni en el lugar correcto ni, por lo que pareció, en el momento adecuado. Más aún cuando las informaciones dejan en un mal lugar al jugador dado que, ni quería jugar el sistema pick n' roll, ni le gustaba el entrenador que le dirigía (esto último de las más razonable, por otra parte). Pero claro. A Howard tampoco le gustaba Van Gundy, ni le acabó por gustar el sistema creado exclusivamente para él en Orlando Magic (rodeado de 4 tiradores abiertos y él solo en la pintura). Visto que ya lleva 9 años en la NBA, el chico quiso soñar.

Y soñar está bien. Lo que no está tan bien es demostrar que hay poca ambición en un jugador que se sabe trascendental. Como cualquier jugador y ser humano imperfecto que es, necesita pulir algunas de sus facetas. Howard se ha caracterizado siempre no solo por no hacerlo, sino por repudiar a su manera a todo aquel que intentara ayudarle a mejorar. Por ejemplo, Dwight Howard no es un dechado de virtudes a la hora de lanzar los tiros libres precisamente (49% de acierto), pero cuando Steve Nash (90% de acierto) quiso intentar enseñarle, el Center rechazó su ayuda. Algo similar en resultado sucedió con Kareem Abdul-Jabbar. El máximo representante del Sky Hook tuvo un encuentro casual con el actual jugador de los Rockets, en el que Howard se mostró receptivo a la hora de recibir enseñanzas de Kareem. Sin embargo, de ahí no pasó el asunto. Dwight no se volvió a interesar y nunca más se supo de esa intención. Howard solamente tenía un sueño.

Y tener un sueño esta genial. Lo que no está tan genial es querer que se concentre la atención sobre toda una figura sin haber demostrado que merece la pena. Dwight Howard, si hubiera querido, podría haber sido el emblema púrpura y oro de un gran futuro. No se sabe si exitoso o brillante, pero desde luego prometedor. Franquicia de postes, de dominio, de glamour. Todas las posibilidades del mundo brindadas al pívot para crear historia. Pero nadie mejor que Dwight ha sido capaz de destruirla. No hablamos ya solo de su marcha, sino de una de las razones por las que se produjo. Para que Howard se quedara, Lakers tenía que enseñar la puerta de la amnistía a Kobe Bryant. Algo impensable para cualquier fan, para el bueno de Dwight no lo debía de ser tanto. ¿De verdad creía que por mucho pívot dominante que pudiera ser, la LakerNation estaría de acuerdo con eso? Una balanza complicada de equilibrar. Por un lado, uno de los 4 mejores jugadores actuales de la NBA, uno de los 5 mejores en la historia de la franquicia y uno de los 10 mejores en toda la historia de la liga. El jugador con mayor parecido a Michael Jordan jamás visto. Aquel que anotó 81 puntos, que posee tanto liderazgo como talento a partes iguales. Y por el otro lado, uno de los 5 pívots más importantes de la actual NBA, recién llegado y con actuaciones más que dudosas en la mitad de los partidos durante la temporada con Lakers. Cualquier aficionado, por novato que sea en su sano juicio. ¿A quién elige?. Parece impensable tal all-in. ¿Todo vale para cumplir un sueño?

Porque querer cumplir un sueño es muy bonito. Pero no está tan bonito derrochar por los poros, en su situación, tanto egocentrismo como centímetros de espalda y de altura juntos cuadra Dwight Howard. Un jugador que, conviene recordar, no es el mejor ni en fundamentos cerca del aro (la pintura es su hábitat), ni en el tiro a media distancia (un recurso básico ofensivo), ni en intensidad (solo defiende cuando quiere) y ni, por supuesto, en los tiros libres (a donde le llevan los rivales con el Hack to Howard). Dwight es un pívot que carbura gracias a su potencia física y a unos niveles ultra básicos de movimientos en la zona. Y sin embargo, con "solo" esos dos aspectos básicos que ofrecer, toda la liga ha estado pendiente de su decisión. 

Cierto y limitado paralelismo en la situación personal con LeBron James. Un objetivo en mente y buscar un grupo que le brinde ese objetivo. Solo que el de Akron ha demostrado su grandeza por activa y por pasiva, en prosa y en verso, en vídeo y en audio. Del "sólo físico" de LeBron James que llegó a unas Finales con Cavs al jugador más completo que existe actualmente en la NBA. Por si no fuera poco, campeón de 2 anillos con sus respectivos MVP de Regular Season y de Finales. Tanto como se criticó a LeBron por irse a un equipo ganador para conseguir el anillo (habiendo demostrado su abrumadora capacidad para ser, por lo menos, referencia de un finalista de Conferencia); no sucede nada similar con Dwight Howard, cambiando de equipo en estos 3 años como quien cambia de calcetines. Y todo ello, con un único sueño. 

Y no es el de militar en ningún equipo. Su filosofía, a estas alturas, ya no entiende de más fidelidad que la de sí mismo. Quede claro que en el contrato firmado con Houston Rockets se guarda, por si las moscas, una opción de abandonar el barco por si las cosas no van bien en 2016. Está claro que no está en Rockets porque era su sueño. Realmente, Howard da la sensación de que no está en ningún equipo por ser su sueño. Por norma histórica, hay 2 franquicias a las que se entendería que cualquier jugador quisiera ir desde pequeño: Boston Celtics y New York Knicks. Una tercera, por oficio, glamour y carisma, se ha ganado derecho a ser la tercera vaca sagrada en cuanto a sueños se refiere: Los Ángeles Lakers. Michael Jordan dio el paso para crear esa misma esencia en los Bulls, o los Bad Boys con los Detroit Pistons. Pero incluso sin esa marca histórica, también puedes tener el sueño de jugar para la ciudad que te vio crecer (Atlanta). Pero no. Howard, una vez más, no entiende de ese tipo de sueños (ni realmente militar en "X" equipo es su sueño real).

Su sueño tampoco es jugar al lado de nadie. Posiblemente su ego no le permita pensar eso. Él es la estrella, la que merece carteles, por quien una franquicia debe amnistiar a su talismán, por quien la gente debe rogar y desesperarse hasta el punto de ofrecer alitas de pollo, condones o programas de TV semanales por la cara. Por eso, el auténtico sueño de Dwight Howard es conseguir un anillo. Casi como cualquier jugador de la NBA, ¿no?. Evidente, razonable y hasta sano. Pero en este caso, está situando su sueño en torno a su figura. Un equipo que juegue para él, que sea él y nadie más que él. Un culto en torno a su figura para que no haya mayor merecimiento al MVP que su labor ni mayor importancia que su dominio. 

Pero es curioso como en algún momentos las estrellas que fueron referencias absolutas en sus equipos, son conscientes de que deben pasar a un segundo plano para lograr el éxito, salvo los más grandes. Ray Allen o Shaquille O'Neal con Miami Heat, David Robinson con San Antonio Spurs, Jason Kidd con Dallas Mavericks. Estrellas de una gran constelación que para lograr ciertos anillos tuvieron que bajar un peldaño su status.

Pero, visto los antecedentes y en base al pasado, quiza el status que está exigiendo Howard por cumplir su sueño está siendo muy alto. Tan alto como las expectativas que tiene el propio Howard de conseguirlo. Y en la NBA, si no hay una mejora sustancial, no siempre querer es poder. 








Fuentes: www.nba.com

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